El poker es un juego impredecible en el que todo puede pasar. Un día estás tan contento en tu sesión haciendo todo bien en un torneo Sit&Go cualquiera y en otro parece que nada sale en un cash game al azar. Por esto es que el juego de cartas es tan querido y popular en todo el mundo, porque asegura emoción a raudales. Es el jugador el que tiene que tratar de controlar esas emociones y no venirse demasiado arriba cuando la estrategia funciona o muy abajo cuando las cosas no marchan como deben.
Y hablando de cosas que no van como deberían, vamos a tratar de poner en situación a los jugadores para que sepan afrontar una jugada tan controvertida como los crying call. Un crying call se produce en jugada en la que igualas aún sabiendo de que existen muchas probabilidades de que no ganes. De ahí su nombre, pues el usuario apuesta entre lágrimas conocedor de que las fichas que está entregando es muy complicado que regresen. Es como situarte entre la espada y la pared sabiendo que no hay maniobra de escape. O vives o mueres, como se diría popularmente.
Los jugadores novatos que acaben de llegar a este mundillo puede que se estén echando las manos a la cabeza en este momento. ¿Tengo que perder mis fichas sabiendo de antemano que las voy a perder? ¿De verdad es este el espíritu del poker? La realidad es que ese sentimiento de decepción puede tener beneficios en el largo plazo. Y es que hay razones de peso para justificar la ejecución de una crying call y que esta no esté directamente relacionada con el concepto de downswing. A ello vamos.
Uno de los motivos puede ser el de haber invertido demasiado dinero en el bote como para retirarte. Normalmente los crying call tienen más posibilidades de aparecer en partidas con límites altos, pues cuantas más fichas se añadan a la pila central, más complicado será tirarse de la mano. Eso motiva a que los participantes alcancen situaciones extremas en las que no puedan permitirse un fold. Hablamos de bazas en las que hayas entregado más del 50% de tu stack y seas consciente de que la derrota en el showdown dolerá casi tanto como una retirada.
Podemos explorar un ejemplo en el que decides subir preflop con A-A y solo un jugador iguala, convirtiendo la mano en un cara a cara. El flop despliega dos picas intermedias tipo 5-6 y una Q cualquiera con la que el rival pasa, tú apuestas y él iguala. Llega el turn con una J cualquiera y las apuestas se repiten casi de manera idéntica. El river es un 9 de picas y el adversario sube, y ahí es cuando te das cuenta de que un proyecto de escalera o de color ha sido completado. Tienes todas las de perder y no te queda de otra que optar por un crying call, con el que efectivamente pierdes con un flush en contra.
Tres rondas de apuestas pusheando son demasiadas como para dejar tus fichas a su suerte en el river y al final no te queda de otra que jugártela en contra de tu voluntad y de las outs. ¿Lo bueno? Que estas circunstancias te pueden ayudar a sacar otra razón en positivo para ejecutar un crying call: obtener información de tu oponente.
Volvemos a otro ejemplo más claro, en este caso de un Q-7 de mano con el que llegas al river en un board compuesto por A-8-7-2-2. Tanto el as como el ocho como uno de los doses son del mismo palo, por lo tanto puede haber posibles proyectos de color e incluso de trío que superen a tu solitario par de sietes. Te quedas en un heads-up con un jugador que te tiene un tanto desconcertado, pues comete errores que no son propios de su perfil. No sabes si trata de aparentar ser errático o realmente lo es. Pues este escenario es perfecto para lanzar un crying call y salir un poco más de dudas.
Los jugadores que lanzan muchos bluffs o que tienen tendencia a tirarse faroles pueden ser una buena presa a cazar con los crying call. Está claro que corres un riesgo importante de quedarte con un stack muy corto si no estás en lo cierto, pero al menos le mandas un mensaje claro de que su modus operandi no va a funcionar contigo.
Estos call tienen sus raíces en las partidas de Texas Holdem sin límite o con límites bastante flexibles. Es en esos casos donde más se da la opción de que el bote en juego sea demasiado grande en comparación con la apuesta a realizar, y entonces también tiene sentido optar por pagar. Incluso si piensas que matemáticamente tu mano puede ser ganadora y tiene lógica mantenerla hasta el final, puedes ejecutar el crying call. Aunque ya conoces los riesgos.
Ahora que estás más familiarizado con este nuevo concepto de nuestro glosario puedes acudir a las mesas y ponerlo en práctica. Siempre con el sentido común por bandera.